Nicolas Robbio

Herramientas para captar la realidad

El punto de partida es el reconocimiento de una realidad que nos supera, pero

con la que podemos entrar en contacto de distintos modos. Disponemos de dos grandes herramientas para acceder a esa realidad: la lógica (para organizarla y hacerla así manejable) y el lenguaje (para hacerla sólida y poder así compartirla). Gracias a ellas (aunque no sólo con ellas) construimos teorías científicas y sistemas filosóficos, discutimos y argumentamos. Es decir, construimos nuevas herramientas de las que nos servimos para tratar de domesticar la realidad.

La justificación de este artificio es práctica: necesitamos manejar la realidad para poder operar sobre ella, aunque al manipularla la desfiguremos en alguna medida.

Teniendo en cuenta esta radical diferencia entre una realidad continua, compleja y gigante, y unas herramientas que la fragmentan, simplifican y reducen a un tamaño manejable,

Vaz Ferreira habla en numerosas ocasiones de la inadecuación del lenguaje y del pensamiento discursivo para expresar la realidad, y, en general, de la insuficiencia de los sistemas para pensar el mundo que nos rodea. La sistematización, por una parte, es una tendencia natural del espíritu humano que (“todo lo completa, todo lo simetriza”) y, por otra parte, es una tendencia que da sus frutos en muchas ocasiones (la sistematización aporta simplicidad y, en consecuencia, facilidad para el manejo y capacidad de previsión). Pero seríamos dogmáticos si creyéramos que esa herramienta tan útil puede sustituir a lo real, o que puede aplicarse con igual éxito a cualquier realidad. Dicho de otro modo, ya que los sistemas simplifican, siempre hay algo de la realidad que el esquema no atrapa; y ya que cada situación concreta es distinta, el querer aplicar un sistema ya hecho en lugar de ponerse a la tarea de pensar equivale simplemente a negarse a mirar la realidad que se tiene delante.


Nicolas Robbio

Herramientas para captar la realidad

El punto de partida es el reconocimiento de una realidad que nos supera, pero

con la que podemos entrar en contacto de distintos modos. Disponemos de dos grandes herramientas para acceder a esa realidad: la lógica (para organizarla y hacerla así manejable) y el lenguaje (para hacerla sólida y poder así compartirla). Gracias a ellas (aunque no sólo con ellas) construimos teorías científicas y sistemas filosóficos, discutimos y argumentamos. Es decir, construimos nuevas herramientas de las que nos servimos para tratar de domesticar la realidad.

La justificación de este artificio es práctica: necesitamos manejar la realidad para poder operar sobre ella, aunque al manipularla la desfiguremos en alguna medida.

Teniendo en cuenta esta radical diferencia entre una realidad continua, compleja y gigante, y unas herramientas que la fragmentan, simplifican y reducen a un tamaño manejable,

Vaz Ferreira habla en numerosas ocasiones de la inadecuación del lenguaje y del pensamiento discursivo para expresar la realidad, y, en general, de la insuficiencia de los sistemas para pensar el mundo que nos rodea. La sistematización, por una parte, es una tendencia natural del espíritu humano que (“todo lo completa, todo lo simetriza”) y, por otra parte, es una tendencia que da sus frutos en muchas ocasiones (la sistematización aporta simplicidad y, en consecuencia, facilidad para el manejo y capacidad de previsión). Pero seríamos dogmáticos si creyéramos que esa herramienta tan útil puede sustituir a lo real, o que puede aplicarse con igual éxito a cualquier realidad. Dicho de otro modo, ya que los sistemas simplifican, siempre hay algo de la realidad que el esquema no atrapa; y ya que cada situación concreta es distinta, el querer aplicar un sistema ya hecho en lugar de ponerse a la tarea de pensar equivale simplemente a negarse a mirar la realidad que se tiene delante.